viernes, 12 de diciembre de 2008

Sin título (ninguno)

Palabras,
las que sirven para labrar las redes del saber
no se dejan tocar.

Algunas se ondean triunfantes,
otras se esconden
se tapan, se arropan
se invierten, callan,
o mueren.

Yo las quiero cruzar entre sí
disponerlas en eslabones de sentidos;
las mastico, muerdo y desgarro,
las obligo,
pero nunca abandonan mi boca.

Las muy hijas de puta se atan a mi lengua
se adhieren a mi mente
se disfrazan
de signos
símbolos
o líneas,
pero nunca de palabras.

Me amordazan
y ellas las tan veneradas
me confinan al calvario de lo inefable.

jueves, 11 de diciembre de 2008

liberté d expression,
et
liberté de la presse.

Liberté, je t'aime la liberté.

martes, 9 de diciembre de 2008

Siete son las maravillas,
y son siete las delicadas palabras
provenientes del suspiro de una dama:
Se-pueden-ir-todos-a-la-mierda

viernes, 5 de diciembre de 2008

Reverente

Quiero
correr sin mover mi cuerpo,
contar sin usar palabras,
salir sin cruzar las puertas.

Pero, los puentes son necesarios
y Budapest reclama mi nombre.
Son mi venas que se desangran
en cada letra ellas se desangran
y Budapest reclama mi nombre.

Tengo temor de borrar mis huellas,
de anclarme entre mis zapatos.

No quiero ser la lejana
no quiero perderme en ella.

Espejos

Todos quisieramos ser ella
y ella quisiera ser yo.

La miro, la alabo
la deseo.

Me mira, me alaba
me desea.

y solo cuando seamos una
dejaremos de anhelar
lo que desde siempre tenemos.

(I call your name in the dark
I must find you, I need to.

Tighting my eyes
I round your waist.

then,
I can feel the shaking hand
that strokes my skin)

Nula correspondencia

Te amo, y es una pena
que no lo sepas,
condena es no poder
repetirlo cansinamente
hasta que mis párpados
quemen de cansancio.

No quiero que otro nombre
resuene en mi cabeza,
solo el tuyo
en mis pensamientos
se desliza,
los hace florecer,
mas flaquear de dolor.

Un sufrimiento incomparable,
inmesurable
que se cuela en mis entrañas
las confina y envenena
a la incesante incertidumbre
de no saber ni quien soy yo.

Te daría mi vida
por solo una mirada
te daría mi cuerpo,
por sentir tus labios rozar
los míos.
Pero ya no lo soporto
necesito confesarlo,
se me desgarra la piel
al no saberte
se me desgarra el alma
al no tenerte.

Liturgia eterna

Lo inhumano del presente tema se remite a la repetición cíclica de los sucesos inherentes al eterno retorno de la llamada sucesión vital, la cual no solo será ritual sino que, además, virtual. No ahonda más que en la metafísica subyacente al por qué del calvario repetitivo de vernos los seres humanos condenados en este espacio-tiempo eterno que comienza y termina, comienza y termina infinitamente. Razón probable será el sentirnos esclavos de una ruleta que no podemos controlar, cuyo frenar escapa a nuestras manos; por tanto, ¿Qué Dios detrás de un Dios la trama empieza? Sufrimos y morimos al ver que en realidad pasamos una vida imaginando un croupier que nunca existió. Aquello que solo en lo más remoto de nuestra memoria creamos como un mero símbolo de esperanza, cuyo fin es combatir esta funesta existencia que se vanagloria apelando al inevitable tormento suscitado por nuestros temores más recónditos. Solo las vibraciones de nuestra memoria son testigo de las alucinaciones que nos persiguen, que nos fuerzan a desembocar en vigilias causadas por aquellas litúrgicas ofuscaciones del más interno y furtivo ser. Una delicada y deleznable voz nos susurra entre sueños, imposibilita el dormir. El fin del ciclo ha llegado. Un fénix sacrificado en cenizas renacerá, en cenizas renaceremos. Corpóreamente, familiar, mas su alma, la de un simple desconocido. No se resiste el dolor, nuestros párpados queman; se siente una punzante tensión orbital, como si los ojos quisieran huir por no ser testigos. Los susurros se hacen más y más enérgicos. Inesperadamente, como mero huésped de los huesos, la propia carne se familiariza con tales palabras, como si fuesen emanadas desde dentro de nuestra mente y relataran una historia alguna vez ya escuchada sobre tal o cual reiterativa liturgia, sobre cierto repetitivo calvario, o tal vez, sobre lo inhumano del presente tema.


Él

Si llegase a escribir sobre él
sabrá por fin que lo amo,
tomará voz de mi cariño
cuando estas apresuradas palabras
nazcan y mueran en sus labios.

Labios, los que peno por besar,
hacer de mi pertenencia,
volver meramente míos.
Robaré su cuerpo de este mundo
para que juntos seamos uno,
y no sea más que el ocaso
quien nos torne indivisibles.

Visibles a la luz de la pasión,
nos consagramos amantes furtivos,
ocultos tras una vida desnuda
de temores y prejuicios;
en la que nuestras solitarias almas
esbocen nuestros nombres
en un etéreo Edén de esperanzas.

Haz de amarme, pues, con ímpetu de
caballero, no obstante, anhélame,
suspírame, cuán cernícalo Polifemo.
Mas debo callar, estas no han sido
otras que efímeras y difuntas palabras,
que al haberse extinto en tus labios
su encomienda ya habrán cumplido.
No escribas nuestro cuadro
solo con pinturas.
No pintes la poesía
solo con palabras.
Te quiero. Te creo.
Pero no me lastimes
no creo poder soportarlo.

¿Qué describas un cielo turbio
como un lienzo de mil estrellas?
¿Qué te pierdas en mi mirada
y me arrastres al silencio?

¿Qué no me tomes de la mano,
ni me digas que me quieres?
¿Qué te sonrojes y tiembles,
alejando nuestros cuerpos?

Pues, ¿De eso se trata?
No.
Desviarte de la verdad
negociando la integridad
sería lo imperdonable.

Solamente de tal manera
me sentiría yo ultrajada:
Observando cómo tú mismo
te traicionas.

Muerte de disjuntos

Miedo, fracaso, terror a ser
futuro incierto, reyerta de disjuntos.
Odio, alimento de la carne humana
mas es dolor, lo que me hace respirar
en búsqueda de tan preciado
y olvidado anhelo.

Aquellos, recuerdos son aquellos,
y nuestros, los días dorados
en que como jóvenes
reíamos y danzábamos
ausentes de tal rencor,
aquel del que bebemos
hasta morir en la disputa
que en el presente nos separa.

Hoy, día en que te extraño
pasado, época en que tus ojos
rondaban en mi mente
y clavábanse como dos fieras
carentes de afecto, ternura
mas rebosantes de melancolía,
la que habita en tu alma
y no te deja ser.

Miedo, presente que me invade:
oculta y sublime esencia
que yace profana sobre el ápice
de nuestro recordado ser.
Vos, ella, yo, él, todos
inmersos en este valle y
lagrimas las que brotan de él.

Futuro, pasado incierto.
La felicidad, el sentimiento de los dioses
bregando por un fuego efímero
aquel, cual Prometeo nunca hubiese amado.
Progreso, meta presente, y olvido
anhelo indómito de mi alma en pena.

¿Será que nacemos esclavos
sometidos por la propia pasión?
¿O tal vez, seremos libres
mas tiranizados por la razón?
Aquella que adolece y envenena,
aquella que hasta la más refulgente luz
vuelve deletérea y sombría.

Adiós, cenizas de una historia
en la frágil caja de cristal de mi alma,
Oh, pereced en el último de mis suspiros.
Adiós, a tu nombre y a tu cuerpo,
el fin de nuestros días es Hoy
y debe ser este abrasado
por el recuerdo de nuestra amistad,
furtiva y sagrada reminiscencia de amor,
mas mortal y fingida liturgia de desconocidos.

Respóndeme, búscame, ámame,
solo si aún somos lo que solíamos
Grita mi nombre entre sueños,
solo si aún nos correspondemos.
Mas si al recordar mi cuerpo,
mi naturaleza, mi esencia
la sangre que mancha tus venas
no ha de hervir, pues entonces,
déjame ir, la razón habrá triunfado.

Nosotros

No podía mirarte a los ojos. Era imposible que mis pupilas hicieran foco en aquellas lunas redondas de color canela; como a dos polos opuestos, una fuerza indefinida nos obligaba a desviar la mirada. Sabía que te quería, pero la concepción de sucesiones causales y acertadas que nos unía –llámese milagro- no había ocurrido sincronizadamente. Vos tomaste la delantera, yo solo te seguí. El dilema versaba sobre el momento inicial en que la cápsula del enamoramiento había explotado en cada uno de nosotros; nos amábamos, sí, aunque, lucíamos como un par de bailarines desplegando su gracia a ritmos diferentes, donde recíprocamente alternaban sus rutinas, pero jamás lograban la armonía que ellos bien merecían.
Así pasaron los días. Yo, acechando la maquinaria que, esclava de mi muñeca, se encontraba sumida a la noble tarea de acelerar el tiempo que la distancia exageraba, y vos, en pugna por encontrar una nueva receta para olvidarme. Semanas y meses transcurrieron, el tiempo continuó componiendo su famosa melodía; los árboles se desnudaban, para que luego las tímidas florcillas con sus juveniles figuras se deslizaran por sus experimentadas ramas. El cuadro primaveral, como pintado a nuestro pedido, reflejaba una adversaria mirada a la realidad que verdaderamente nos acontecía. En ciertas ocasiones me era imposible afirmar el alcance de tus sentimientos hacia mí, y habiendo perdido la batalla contra la tan preciada soledad, decidiste que yo no fuera tu ella, mas que otra si lo fuera.
Abrumada por el aire del desencuentro, no hice más que imitar tu manera de proceder, dejé que me enseñaras el arte de no mirarme a los ojos, de no acariciar mis manos ni besar mis labios, dejé que me enseñaras aquel arte de aprender amar a un desconocido. Cada uno había elegido un sendero diferente, solo nos conformábamos con apreciar a nuestros nuevos pares, extraños que no eran ni yo-para-vos, ni vos-para-mi. No obstante, sí permitíamos que ellos invirtieran su tiempo en cada uno, y así, como forzando una mueca de gratitud, cínicamente les devolvíamos el gentil gesto. Aunque no existía esa atracción que ambos conocíamos a la perfección, esa dupla de palabra, esa reciprocidad plasmada en entendimiento. Nos encontrábamos estaqueados a dos entes que nos permitían existir, pero jamás vivir, pues ese sentimiento únicamente se correspondía a nosotros, y solo mediante el lenguaje de la fusión podríamos alcanzarlo.

Dominion

Te observo
y desnudo con la mirada.

Te huelo
y tus fragancias emborrachan mis sentidos.

Te toco
y mis manos exploran tu piel entre las ropas.

Proclamo parte de mi propiedad
tu esbelta figura.
Me apodero,
y frenéticamente te acaricio
tomando el mando
en ese juego de vaivén sexual.

Ceremonia impura,
solo mis reglas toman fuerza,
dualidad etérea,
son solo mis gemidos
los que resuenan.

Puedo sentirte,
observarte, olerte, tocarte,
amarrarte a mis movimientos,
fingir que me perteneces.

(Aunque nunca serás mía)

Es imposible ejercer poder,
cuando uno mismo no se posee.